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Se jubiló Alicia Taliercio, reconocida jueza de familia de Lomas: “Traté de humanizar el Derecho”

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El 31 de agosto firmó su última sentencia. Con veinticuatro años en el Poder Judicial, la titular del juzgado de familia N°12 de Lomas de Zamora, Alicia Taliercio, se jubiló. La magistrada, quien también se desempeñó como docente en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora ha sido una referente en el fuero de familia lomense, trabajando en los casos más delicados en la vida de una persona: una adopción, la guarda de un niño, un divorcio. “Toda mi carrera traté de humanizar el derecho. Humanizar el derecho significa escuchar a la gente y darles alternativas y posibilidades para que esa situación tan oscura se vaya transformando en algo más llevadero y positivo. Mi lema dentro del juzgado siempre fue que la gente se tenía que ir con una sonrisa. No era que le fuéramos a solucionar el problema porque muchas veces eso es imposible sobre la marcha, pero sí darles la posibilidad de ser escuchados”, afirmó en una entrevista concedida a DiarioConurbano.com, tras su retiro.
-¿Cuánto tiempo ejerció su tarea en la justicia y por qué se retira?
– Fueron 24 años. El 26 de diciembre de 1996 juré como jueza de familia para formar parte de lo que en aquella época era el Tribunal de Familia, conjuntamente con dos colegas varones. Antes no existía un juzgado, sino que éramos tribunales. Ahí estuvimos hasta el año 2012. Luego se crearon los juzgados unipersonales y a mí me tocó estar a cargo del Juzgado de Familia N° 12. Me retiro porque creo que todo tiene un ciclo. Amo lo que hago y me siento con total energía, pero creo que en 24 años ya hice todo lo que pude. Ahora le toca a la juventud.
-¿Cómo definiría su paso por el Juzgado de Familia?
– Fue una experiencia gratificante porque ahí es donde uno tiene contacto con lo que le pasa a la gente. A mí lo que siempre me llegó más profundamente es todo lo relacionado con los niños. Cuando un chiquito se acercaba a mi despacho, yo abría la puerta y veía unos ojitos tristes, asustados, aferrados a la persona que los traía. La cuestión era crear un clima lindo para que ese niño comenzara a aflojarse y hasta comenzara a sonreír. Para los niños siempre fui “Alicia en el país de las maravillas” porque les contaba el cuento adaptado a la situación que estaban viviendo ellos. No sé cuál es el original porque siempre lo fui cambiando de acuerdo a las situaciones. Parece medio cómico, pero siempre conté con un conejo de peluche que fui comprando varios a lo largo de la historia porque muchos me lo pedían y se los llevaron como regalo. Lo que no me podían decir a mí se lo contaban al conejo. Era una forma de llegar a ellos y ayudarlos. Hoy esos chicos ya son padres de familia y me siguen viniendo a ver. Seguimos en contacto. Esas son las mayores satisfacciones que uno puede tener.
-De todos esos casos, ¿ha tenido alguno que no lo pudo resolver?
– Hubo varios. En todos estos años lo que más me mortificó y me dolió fue cuando en dos oportunidades entregué niñitos en adopción y me fueron devueltos porque no cubrían las expectativas que evidentemente esperaban los papás adoptivos. En un caso eran tres hermanitos. Me aparecieron los tres en el pasillo del juzgado, cada uno con su bolsito. Los guardadores me los dejaron ahí y se retiraron. Ese fue el sabor más amargo que recuerdo haber tenido. Por otro lado, unos niñitos que les tocó padecer el femicidio de su mamá por parte del papá. Esos casos me emocionaron y me conmocionaron mucho. He visto el dolor de estos nenes y eso no te lo olvidas nunca.
Cuando te llevas un sabor triste te preguntás ¿Se pudo hacer algo antes?, ¿En qué fallamos como sociedad?, ¿En qué falló la familia que no pudo decir nada antes?. Aunque después uno sabe que la gente que se encuentra en la violencia está como encapsulada y es muy difícil por sí misma de poder dar ese primer paso. Puedo asegurar que, muchas veces, a pesar de poner el alma para que esto no ocurra, ocurre igual. Por eso creo que esto también es una situación social donde hay que educar mucho.
-Usted ha fundado el grupo de contención Sobrevivir, ¿Se logró algún cambio en cuestiones de violencia hacia la mujer?
– Sobrevivir es un grupo de autoayuda, contención emocional y psicológica, que nació en la Facultad de Derecho de Lomas. Desde ahí pensamos que también hay que analizar la faceta que le corresponde al hombre porque yo puedo salvar a esa mujer hoy, apartándola de este señor que hace tanto daño, pero este señor el día de mañana forma otra familia y puede ocurrir exactamente lo mismo. Hay que hacer algo con este señor para que no repita ese modelo tan negativo. Por eso creamos el grupo “Control de emociones” que ahora va a cumplir ocho años con resultados más que óptimos. Desde ahí se trabaja con los hombres la parte emocional para cambiar el grito, el golpe, por un dialogo o una situación de acercamiento. Eso hoy funciona perfectamente bien y estamos buscando con el nombre de “Por ellos” hacer los grupos para ayudar a los niños víctimas o testigos de violencia, en eso estamos en estos momentos.
– A pesar de su retiro profesional, aún tiene muchos proyectos
– Sigo trabajando más que nunca. La jubilación significa no levantarme todos los días a las seis de la mañana y estar hasta las cuatro de la tarde al pie del cañón en el juzgado. Tengo ganas de tener más libertad de tiempo para poder hacer esas tantas cosas que me quedaron un poco rezagadas por falta de tiempo. Ahora tengo el tiempo para hacer todo aquello que me gusta desde el alma, fundamentalmente todo lo referido a los niños. Lo que me reste de vida me voy a dedicar a hacer algo diferente para que todo niño que pasa por un juzgado no se sienta diferente. Mi lema siempre fue que cada niño que pasa por el juzgado dejó su huella. La huella es que todos tenían una mochilita. Algunos con piedras más chiquitas y otros con adoquines. La función de nosotros los operadores desde el lugar que nos toque ocupar es alivianar esa carga. Eso lo hice desde el juzgado con todo mi amor y ahora lo estoy haciendo con más libertad.
-¿Hay algún cambio que deba hacerse dentro de la Justicia de Lomas?
– Creo que toda la justicia, no solamente en Lomas necesita cambiar ciertas pautas como tener un lenguaje claro, abrir las puertas de verdad a los justiciables, saber escuchar, y la rapidez en la resolución de las causas. Hay colegas que lo hacen de mil maravillas y otros que no calculan quizás los tiempos y la urgencia que tiene el derecho de familia. En familia no hay nada que no sea urgente.
-¿A qué se debe esa lentitud del sistema judicial?
– Tiene mucho que ver con la cantidad de gente que uno pueda tener en el juzgado colaborando y con la calidad de los equipos técnicos que tiene cada juzgado. Todo esto hace a un mejor servicio de justicia y es lo que tenemos que intentar. Creo que falta mucho todavía. Hay que seguir pregonando y educando para que esto sea el norte al menos para el fuero de familia.
-¿Qué tiene que tener un juez de familia?
– Un juez de familia no puede ser un juez común, no sé cómo decirlo (piensa).
Un juez de familia tiene que tener una especialización y vocación de servicio. No se puede ser juez de familia si no se siente realmente porque esto te arrasa. Con vocación de servicio se sale al frente y con una especialización y un estudio de todos los días. Yo vivo estudiando porque todos los días salen cosas nuevas. Me interesa no solo lo nacional, sino también lo internacional. Pensar en aquel país que logró algo positivo cómo lo puedo aplicar, readaptándolo al nuestro según la idiosincrasia de cada sector.
-Antes de su retiro también le tocó trabajar en pandemia, ¿Cómo vivió esa experiencia?
– Trabajé muchísimo desde mi casa hasta el último día. Por supuesto que el 31 de agosto fue de manera presencial. Desde marzo del 2020 le pedí el permiso a la Corte para que me bajara la aplicación a una computadora de mi casa. Enseguida varios jueces siguieron en la misma línea. Trabajamos todos desde la distancia y hubo cosas muy negativas y otras positivas.
-¿Por ejemplo?
-Lo negativo fue perder la proximidad con la gente, algo tan fundamental. Pero también hubo cosas positivas como empezar a notificar rápidamente vía mail o vía WhatsApp y tomar las audiencias. No fue lo mismo que lo presencial, pero lo pudimos hacer a través de los distintos sistemas con la idea de que no se pararan los juicios. Algunos juzgados se adaptaron antes y otros tardaron un poquito más. En mi caso tuve que luchar con la tecnología, pero pude. Muchas veces fueron con lágrimas de bronca porque no podía avanzar y otras veces llamando a mis hijos por teléfono para que me guiaran, pero pude salir. Jamás me atrasé en absolutamente nada. El día de mi retiro firmé mis últimas 89 sentencias. El juzgado quedó sin ninguna sentencia para hacer para el juez que sigue.
– Quedó conforme porque pudo cumplir su tarea hasta el último día.
– Estoy muy conforme, pero tengo emociones encontradas. Todavía no he caído que me jubilé, pero son etapas. Ahora podré dedicarles más tiempo a mis hijos y a mis nietos que son encantadores. También pienso viajar con mi esposo, que es algo que me gusta mucho. En fin, pienso hacer cosas nuevas, cosas lindas, pero sin dejar esto que me apasiona que es el derecho.
En estos días he recibido tantas notas emotivas de gente que pasó por el juzgado y de gente que me ha dicho que le cambié la vida en alguna situación. Aseguro que me voy con el sabor de haber cumplido con mi deber porque fueron muchos años, pero no fueron en vano. Es lo que uno siempre trata. No fue cumplir un trabajo, sino realizar una tarea con vocación.

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