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La estafa de la criptomoneda expone a un Milei perplejo y desilusiona a quienes lo creían infalible

Opinión: Milei sangra

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Por Diego Molinas (*) El mito de la invulnerabilidad ha sido roto. Como en aquella mítica escena de Rocky IV, donde el gigante soviético Ivan Drago sangra por primera vez, la estafa con la criptomoneda $LIBRA ha hecho lo propio con Javier Milei. El autoproclamado libertario, el azote de la casta, el domador de leones, ha sentido el golpe. Y no cualquier golpe, sino uno en su propio terreno, donde se suponía que era experto. El economista que fustigó a la política tradicional por su corrupción y su ineficiencia ha quedado atrapado en un escándalo financiero digno de aquellos a quienes juró erradicar. Y con ello, su imagen comienza a en discusión y tela de juicio.

El mito de la rebeldía global: un intento forzado

A Milei se le intentó construir como el Che Guevara del capitalismo. Su imagen desaliñada, su retórica inflamable, su promesa de hacer temblar al poder establecido fueron parte de una estrategia bien calculada para proyectarlo como un revolucionario del siglo XXI. Pero la diferencia esencial radica en que mientras el Che encarnó una rebelión genuina, con un trasfondo ideológico sólido, el fenómeno de Milei fue una operación de marketing político, diseñada para fabricar un mito de rebeldía global contra el progresismo y el Estado. Un artificio que se ha desmoronado con la evidencia de su propia contradicción.

Milei no es un guerrillero, sino un financiero que pretendió presentarse como el abanderado de una revolución contra la política tradicional, que hoy esta atrapado en las trampas del mismo sistema al que juró combatir. El Che camina aun los barrios populares y las movilizaciones que expresen rebeldía en cualquier parte del mundo, portado en remeras juveniles o estandartes con canas, fue consecuente con sus principios hasta el final. Milei, en cambio, promovió una estafa que golpea directamente a sus propios seguidores, aquellos que creyeron en su prédica de la libertad económica sin regulaciones.

Un modelo que pone la ética en crisis

Más allá del escándalo de $LIBRA, lo verdaderamente preocupante es el impacto que la ideología de Milei tiene sobre la sociedad. Su discurso agresivo y su accionar extremo han llevado a una crisis ética en la política y en la vida cotidiana de los argentinos.

Privilegiar la macroeconomía por sobre los medicamentos de los jubilados, la represión por sobre el derecho a protestar, los grandes negociados por encima de la asistencia alimentaria a los comedores populares no es simplemente una visión política, es una apuesta peligrosa por un modelo que atenta contra lo más básico de la dignidad humana.

Las consecuencias de esta lógica no pueden reducirse a un mero debate técnico sobre inflación o déficit fiscal. Cuando se naturaliza el desprecio por los sectores más vulnerables, cuando se criminaliza la protesta, cuando se impone un modelo económico que castiga a los que menos tienen, estamos ante una crisis de valores que va mucho más allá de la economía. Se trata del tejido social mismo, de la convivencia democrática y del sentido de comunidad.

El fin de la infalibilidad

Milei ha sangrado, y con ello ha demostrado que no es el semidiós incorruptible que sus seguidores construyeron. Su reacción, hasta ahora, ha sido la negación, la victimización, el intento de borrar rastros. Pero la sangre es visible. Como Drago en el ring, Milei mira incrédulo a su alrededor, sin entender cómo alguien como él ha sido golpeado. ,

Pero lo más urgente no es analizar su caída, sino detenernos como sociedad a reflexionar sobre los efectos de su discurso y sus políticas. No se trata solo de un líder que enfrenta su primer gran revés, sino de un país que debe decidir hasta qué punto está dispuesto a tolerar un modelo que prioriza el ajuste por sobre la humanidad, el mercado por sobre la vida, la autoridad por sobre la libertad.

Para quienes lo enfrentamos desde la política, las ideas y la militancia, este es un momento clave. Porque si algo ha sostenido a Milei no ha sido su programa, ni su gestión, sino el mito de su infalibilidad. Hoy, ese mito tiene una herida.

La pregunta es: ¿Será este el golpe que lo derrumbe o apenas una herida superficial? Lo cierto es que, por primera vez, ha quedado claro que no es intocable.

 

(*) Militante social

 

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