El jefe de Gobierno porteño dialogó con comerciantes, se sacó selfies con vecinos en el centro de la ciudad cabecera de Esteban Echeverría y criticó la inseguridad, la educación y la salud en el distrito de Gray.
Mauricio Macri está de campaña. Pero no es un tradicional político en campaña sino que es Macri. Realiza actividades, y no actos, y allí se encuentra con muestras de afecto y también con críticas. Multifacético, descoloca a sus propios asesores. Este viernes, en pleno calor de enero, arribó apenas pasadas las 17 a la plaza Mitre del centro de Monte Grande, en bermudas y chomba, y buscó consolidar en el Conurbano su buen momento en las encuestas bonaerenses.
“Lo importante es que se acerquen los que quieren realmente el cambio. Porque los que creyeron en mi candidatura es en base a la vocación de que juntos podemos construir la Argentina que queremos y para eso hace falta que todos nos comprometamos”, respondió ante la pregunta sobre eventuales nuevos aliados que podría provocar su reposicionamiento en la carrera presidencial para suceder a Cristina Kirchner.
En territorio de Esteban Echeverría, Macri apuntó contra la gestión municipal del intendente kirchnerista Fernando Gray y al Gobierno nacional. “Estamos con Ever (Van Tooren), que es nuestro candidato a intendente, escuchando los problemas que son los cortes de luz, la inseguridad. Me comentaron que hay hospitales que no funcionan y que el hospital Bicentenario no se ha terminado. Muchos como Lupercio, un vecino a quien acabo de visitar, tuvieron que atenderse en la Ciudad de Buenos Aires”, alertó.
En una carpa frente al municipio, el líder del PRO atendió a la prensa y comenzó una interminable sesión de fotos y selfies con cada uno que le pidió posar junto a él. En ese punto de encuentro se generaron los primeros contrapuntos: un grupo de jóvenes de JP Peronismo Militante tiró adentro de la carpa algunos cuantos volantes en donde contrapusieron los logros del Gobierno nacional con los aumentos en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Pero no hubo confrontación sino un grito al pasar: “gorila”.
Cuando comenzaba la caminata por la calle principal de la Ciudad de los Árboles, desde un auto le gritaron a un Macri tapado por la gente que lo rodeaba: “andate kirchnerista ladrón”. La crítica no estaba destinada a él pero la soportó estoico.
Paseó por los comercios. Saludó en la puerta a los empleados que se asomaban. Ingresó a tres locales para interiorizarse de los conflictos y evitó mirar a los manteros que estaban sobre la calle Alem.
Desde los colectivos se asomaban los celulares para tomarle fotos a la distancia. Algunos evitaban, sin embargo, cruzarse con el candidato presidencial. “La Argentina necesita una renovación. El peronismo ya ha gobernado durante 25 años y es hora de que otros tomen esa responsabilidad”, repitió.
Junto al coordinador político del PRO, Emilio Monzó, Macri confirmó la interna en su partido en Ciudad de Buenos Aires entre la diputada nacional Gabriel Michetti, Horacio Rodríguez Larreta, Diego Santilli y Cristian Ritondo, por ahora los anotados hasta el momento en la carrero por su sucesión.
Evitó hablar -aunque no descartó- de una presunta dupla presidencial junto al intendente de San Isidro, Gustavo Posse, al sostener: “No quiero mencionarlo porque hoy está en el Frente Renovador”. Y elogió al periodista deportivo Fernando Niembro.
“Se vino en bermudas y todos nosotros en jean”, se quejó entre risas un colaborador de su entorno. Otro de sus asesores reveló el secreto de la decisión: “Viene de hacer una nota de Buenos Aires Playa que va a salir en Clarín”. Sólo quedó tiempo para las últimas de una serie de enésimas selfies, mientras desde un moderno automóvil una joven le pedía que se fuera del distrito. Una postal del paso de Macri por el Conurbano, que generó amores y odios aunque ya no hay indiferencia y menos desconocimiento.
