Por Ciro Annicchiarico
Abogado penalista. Asesor de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación.
El desborde con ribetes ilícitos de Jorge Lanata, llamando a escrachar y agredir a los jueces de la Cámara Federal que intervienen en la causa Ciccone, como así también a sus hijos menores, tiene explicaciones más profundas que la mera alienación de un periodista decadente con perfil de showman. La sorprendente transformación de uno de los fundadores del diario Página/12 en un servil vocero del estáblishment corporativo económico nacional, se explica porque, aprovechando astutamente (como siempre hacen esos personajes poderosos) el colapso económico y financiero en que Lanata había caído tras la aventura del “Diario Crítica”, Magnetto, jefe máximo de la actual oposición en Argentina, en un momento impreciso del año 2010 lo llamó a su oficina. El gordo fue volando, literalmente, y se dice que hasta dejó un reguero de baba en el trayecto que hasta hace pocos días hubiera permitido la reconstrucción de los atajos que tomó. El verdadero acuerdo fue el siguiente: un millón de pesos mensuales, ajustables, a cambio de conseguir la dimisión de Amado Boudou, y con ello un duro golpe al Gobierno Nacional, susceptible de aceitar el camino para su derrape y rápida caída. El Grupo Clarín aseguraría todos los recursos necesarios: programa de televisión en horario central y equipo completo de producción a su disposición. Además de contar con el programa de radial en Radio Mitre. Jorge Lanata debía convertirse en una suerte Carl Bernstein y Bob Woodward (los periodistas del Washington Post que investigaron y denunciaron el famoso Caso Watergate y provocaron la caida del ex presidente Nixon), unidos en una sola persona. De tal manera debía llevar adelante la empresa consistente en el “magnicidio suave” contra el odiado mentor de la estatización de las AFJP, uno de los principales motivos por los que el Grupo Clarín decidió que la furía del oligopolio mediático contra el Gobierno Nacional recayese sobre el. Tal fue el pacto. Así nació a partir del año 2012 el programa “Periodismo para todos” de El Trece, canal de televisión de aire propiedad de la corporación que regentea el nombrado Magnetto, y el perfil de su programa de radio. Las primeras entregas, anunciadas como “programas que darían que hablar” (no se equivocaron), fueron una suerte de introducción e instalación del producto, que mostró claramente cuál sería su formato e impronta. Pasado el tiempo (ya va por su tercera temporada) el programa apenas si mostró consistir no más que en una serie de shows extravagantes, en los que en medio de bizarra escenografía –las más de las veces patética y de mal gusto- no se mostró otra cosa que insultos, groserías y embates contra el Gobierno carentes de la más mínima fundamentación. Es decir puras operaciones mediáticas. Un programa televisivo que se dice “de investigación periodística”, que el único objetivo que muestre sea atacar y denigrar a un gobierno porque no aplica las políticas económicas que son de su agrado, sin ir más allá de lo que puede mostrar una serie de consignas pintadas en los muros en épocas de campaña, no es serio, es un remedo de pasquín. El programa “que daría que hablar” empezó a caer en el ridículo, seguido solo por un mediopelo con pocas luces y útil para el entretenimiento y la reprodución farandulera. Atentos a esta realidad, los dueños de Lanata le llamaron la atención. No era que la gente se riera lo que querían, sino que cumpliera con el objetivo comprometido de emular a Bernstein y Woodward. El problema para Lanata es que Bernstein y Woodward eran en realidad periodistas de investigación. Pero, como no le quedaba más remedio y vio peligrar la continuidad del pacto que lo sacó de la inanición, se lanzó a una nueva aventura, más osada. Se montó en el affaire “Ciccone / Boudou”. Largó una edición explosiva de su programa a partir de una seudo noticia generada por el propio medio oligopólico y generó un verdadero escándalo con el tema. Convenientemente potenciado y replicado el bodoque, hasta el hartazgo, por las distintas terminales del Grupo Clarín, y hasta con la connivencia de agentes y funcionarios que forman parte de la oposición, inclusive la que milita en el poder judicial. Vienen con eso machacando contra el Vicepresidente desde el año pasado, con destino indirecto también, como sabemos es el verdadero blanco, hacia la Presidenta. Pero pese a todo el barullo armado con el tema, no solo que el caso “Ciccone / Boudou” no llegó ni por asomo a “Watergate”, sino que mostraba no estar llegando a ningún otro lado, más allá de la esgrima mediática, y más allá de que pudiera haber habido alguna desprolijidad en la actuación del Vicepresidente. Ni siquiera lograron, hasta el 29 de mayo de 2014, que Amado Boudou pasara de la mera condición de testigo, en un proceso judicial plagado de contradicciones, desmentidas, denunciantes que se desdicen y ausencia pasmosa de toda prueba que sirva para algo. Paralelo a esta patética realidad, el Gobierno Nacional viene sumando aciertos y hechos políticos positivos, uno detrás del otro. El horizonte no es tan sencillo para la vacua oposición, Massa no sale de sus vaguedades y abstracciones viales, y de sus convocatorias a ilegales plebiscitos, Faunen no mueve el amperímetro y el concierto internacional le es cada vez más favorable a los posicionamientos del Gobierno Nacional: YPF atrae importantísimas inversiones, las reservas del Banco Central volvieron a crecer, los precios cuidados se consolidan, las AUH aumentan, las jubilaciones se pagan, Cristina aparece reconocida como una de las 20 mujeres con más poder en el Mundo, Kicillof logró un espectacular acuerdo con el Club de París y Argentina acaba de ser invitada como observadora en el próximo encuentro de los BRICS. Y recordemos: el “Caso Ciccone / Boudou” no salía de un montón de papeles y guiones de telenovela. Es muy probable que lo haya llamado su jefe y le haya pedido mayor efectividad. Cuando un jefe como esos llama, dice que no se está cumpliendo con lo pactado y pide mayor efectividad en el compromiso asumido, es preocupante. Explica lo que siguió pasando. Entonces Lanata se preocupa seriamente y arma la nueva operación. Sobre la base de inventar que los jueces de la Sala I de la Cámara Federal porteña estarían por separar al juez federal Ariel Lijo (cuyas simpatías por la oposición son más que conocidas en tribunales) de la causa Ciccone, arma una escena de explosión mediática radial y se manda como si le hubiesen saltado varios jugadores en el techo de su testa piramidal. Abre la boca en el primer programa que tiene a mano, el de radio Mitre, y vomita como un alienado un montón de barbaridades, muchas de ellas constitutivas del tipo penal de la inst
igación a cometer delitos prevista en el Art. 209 del Código Penal que, llamativamente, no concitaron el interés de ningún fiscal. La estrategia tiene dos puntas: 1) lograr que el juez Lijo se asuste de la evidente apretada, y apure un llamado a indagatoria, lo cual sucedió nada menos que al día siguiente, y además fijando una fecha insólita, por completo funcional a generarle más inconvenientes al Gobierno; 2) generar un manto de sospecha de parcialidad sobre la Sala I, a fin de intentar apartarla por vía de recusación cuando el expediente llegue (por uno u otro motivo) a conocimiento de la Cámara Federal. Esta es la verdad de la milanata, cuya primera parte relativa a los acuerdos Magnetto / Lanata conozco de fuentes muy precisas y confiables, provenientes justamente del grupo económico que le está dando, por hoy, algo más que de comer al conductor de “Periodismo para todos”, y la segunda parte se deduce facilmente para quienes tenemos más de cuarenta años de militancia política y conocimiento de cómo funciona nuestra administración de justicia.