El Pibe y Don Acuña, sentados y tomando mate en el Finky recuerdan la historia de Ricardo Rubén, un muchacho soñar de Llavallol, de esos que cambiaron de lugar pero no abandonaron el espíritu del barrio. Otro relato de Pablo Pallás para DiarioConurbano.com.
Don Acuña y el pibe caminan a la tardecita por el Parque Finky, se sientan bajo de un árbol, aunque el sol ya se está yendo. Traen el termo y el mate y comparten unos amargos.
Don Acuña dice: -Pibe contá una historia vos, que yo ando de vacaciones, la de ese amigo tuyo que vivía en Lavallol.
El pibe contesta de buena gana: -Si Acuña, le cuento, Ricardo Rubén se llama,
-¿Cómo decís pibe? -Dice Acuña, -me estás jodiendo, me contaste algo de ese tipo, ¡a mí me suena de otro lado!
-No Acuña, -dice el pibe -, una vez se lo mencioné y ahora le voy a contar, capaz que lo conoce o conoce al viejo.
-Vivían en la calle Los Plátanos de Llavallol, -aclara el Pibe, -a media cuadra de Luzuriaga y a dos cuadras de la plaza que parece una rotonda. Cerca de la Parroquia San Francisco y cerca del colegio La Medalla Milagrosa.
-El padre de Ricardo Rubén tenía un kiosco en mi barrio, de ahí lo conocí, no de Llavallol, además del kiosco hacía tareas de electricidad, de hecho cuando era chico le pedí que a mi pista de autos de carrera que funcionaba con seis pilas de las más gordas, le hiciera un motorcito eléctrico para no usar más pilas y ¿sabe qué? Me lo hizo. Cuando dejé los autitos de carrera y buscaba qué hacer de mi vida lo conocí al Dr. Vigo, un tipo que en Villa Independencia, en lo que fue un gallinero, en el fondo de su casa, metió un transmisor de barco y armó una radio de baja potencia. Allí nos juntamos por un sueño un montón de jóvenes queriendo comunicarnos con la gente. Allí conocí a Ricardo Rubén.
-Le gustaba el ajedrez, -continúa el Pibe, -pero nunca jugamos un partido. El mantenía partidos con desconocidos por correspondencia, no existía el correo electrónico. Un tipo alto, serio, buena persona, cordial, él se ocupaba de todo lo técnico, de armar y emprolijar todos los cables que el Dr. Vigo tenía por ahí para que la radio funcionara y yo hacia el programa de la mañana y traía gente para armar el resto de la programación. Todas las mañanas durante casi un año trabajamos juntos y a la tarde nos veíamos para armar el programa o escuchar música.
Como el Dr. Vigo se quedó con su radio así como estaba y no tenía más dinero para ampliar el gallinero nos fuimos a recorrer radios de la zona, laburamos en una muy conocida juntos, pero el sueño de la radio se terminó, por distintos motivos y encaminamos para rumbos distintos. El tema es que al poco tiempo nos volvemos a ver, yo me había peleado de mi primera novia formal, él parecía poco afecto a las relaciones estables, pero me sorprendió. Me invitaba a su casamiento, que iba a ser en unos meses. -Conocí a una chica de Villa Gesell, me voy a vivir allá, me dijo. Me sorprendió mucho más todavía. Había cambiado, era muy familiero, muy pegado a su padre el del kiosco, con muchos hermanos, a pesar de ello, se iba a ir lejos de su familia. No lo podía creer, entonces le pregunté cómo había conocido a la chica en cuestión.
Un verano, uno de sus amigos de Luzuriaga había estado en Villa Gesell y le dijo que iba a hacer una fiesta en su casa con los amigos que había hecho allá, más los amigos que habían ido de acá, ¿por qué la fiesta con los de allá?, porque todos los de allá eran parientes, primos o primas de la gente de acá. El amigo de Luzuriaga le muestra una foto a Ricardo Rubén
-Cómo me suena ese nombre pibe, interrumpe Acuña
-En la foto, continúa el Pibe, -había unos veinte jóvenes, después vi la foto, la mayoría muchachos y unas seis chicas, Ricardo Rubén miró a una y dijo, quiero que me presentes a ésta. Resultó ser la prima de su amigo de Luzuriaga y por supuesto iba a estar en la fiesta. Luego de ese primer encuentro se sucedieron otros en Villa Gesell. Ricardo Rubén comenzó a trabajar como técnico en el servicio de televisión por cable de Villa Gesell y en la Catedral de Lomas se iban a casar, en el verano, en el día que me estaba invitando.
Pasé un invierno por Villa Gesell y me lo encontré, venía por la calle principal manejando su auto, nos reconocimos enseguida. Un abrazo y a pasear por la villa geselina, Una casa bonita. Dos hijos hermosos. Una vida cerca del mar y cada tanto viene a visitar a su primo a Llavallol para no olvidar. ¿No extrañas el barrio Ricardo? Esto es el barrio con mar y arena, me dijo. Esta es la historia de Ricardo Rubén, Acuña.
-Ya sé pibe de dónde me suena el nombre, menos mal que traje el walkman.
Escrito por Pablo Pallás