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Literatura: De Lomas a Constitución: Amores tristes en el tren Roca

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Tren RocaDe Lomas a Plaza, sentados en el tren, Don Acuña y el Pibe desgranan una historia de amor trunco. Esos que no llegan a concretarse pero que embellecen el rutinario viaje cotidiano. Otro relato de Pablo Pallás para DiarioConurbano.com.

Don Acuña y el pibe toman en la estación de Lomas de Zamora el tren, el Roca hacia Capital Federal, van a la Academia y después al cine o al revés.

Don Acuña le va hablando al pibe, mientras éste lo escucha con atención.

-Lo que pasa Pibe con estas estaciones que hicieron los ingleses es eso justamente tienen todos nombres de ingleses, son de una estructura muy interesante que se modificó con la electrificación de este ramal del tren, de todas formas, son viejas estaciones, algunas están embellecidas y otras muy echadas a la bartola. Igual te digo, que mi discurso es ambiguo, como te darás cuenta y si no te gusta tengo otro.

-Lo que trato de ver, que no se puede apreciar en lo cotidiano es la belleza del viaje y de cada estación, cada estación de cada localidad tiene millones de historias que están ahí para que uno pueda pescarlas.

Mi amigo Bartes, imaginaba historias de cada pasajero que miraba y que algún detalle le llamara la atención, ejercicio que practicó conmigo y con algunas señoritas que lo acompañaron alguna vez haciendo este mismo viaje.

Bartes decía que las historias estaban ahí, al alcance de la mano, solo había que encontrarlas y saber contarlas.

Una vez hicimos este viaje, y sube una muchacha en Lanús y Bartes, empezó:  tiene treinta y cinco años, separada, es maestra, tiene un gato que se llama Leopoldo, va a la capital al cine y se va a encontrar con una amiga. Yo no aguante más el jueguito y le propuse a Bartes que vaya le pregunte y compruebe si es verdad lo que había inventado.

-Bartes me dijo: se va la magia Acuña si hago eso

– Tenés miedo, le dije yo.

Bartes se levantó se acercó a la muchacha se presentó y le explicó lo que pasaba, la chica se rió primero, lo cual fue un buen signo, pero inmediatamente le dijo que no la molestara más y que no hablaba con desconocidos. Bartes para no hacer un escándalo en el tren se vino a mi lado entristecido y con bronca, decía, es muy linda la morocha, pero que carácter, mira Acuña el papelón que me haces hacer. Vos te lo buscaste le dije.

Cuestión que fuimos a la Academia y allí fue también la morocha. Ella se encontró con un muchacho, nosotros jugamos al villar y después nos acercamos a las mesas a tomar café. Vimos de vuelta a la morocha, esta vez, sola,  lo mira a Bartes y lo llama.

-Pibe, creéme, que no sé que hablaron, pero me tuve que volver sólo en el Roca y temprano.

Bartes y Beatriz, así se llamaba la morocha, estuvieron de novios, dos años, la cuestión es que no era maestra, era veterinaria, no tenía animales en la casa porque los veía todos los días en su trabajo y el tipo con el que se encontró en la Academia era su ex novio y estaban terminando de derrumbar una relación.

Lo llamó a Bartes porque lo encontró simpático. Simpatía le dio que se acercara en el tren imaginando sobre ella y en ese momento sola, desanimada, que mejor plan que charlar con él, que ya no era un desconocido, sino un tipo que había conocido en el tren, media hora antes.

Bartes así terminó siendo partícipe de sus propias historias. Constitución Pibe, llegamos.

Por Pablo Pallás.

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