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Literatura: Amor frustrado en las playas de Adrogué

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Adrogue ImagenMilton vuelve a ser el centro de un diálogo entre Don Acuña y el Pibe. Distendidos en el centro de Adrogué comparten una historia de amor agridulce que tuvo lugar tiempo atrás en esa ciudad minada de plazas. Otro relato de Pablo Pallás para DiarioConurbano.com.

Caminando y dando vueltas por el centro de Adrogué, se refrescan y pasan la tarde de calor Don Acuña y el Pibe, entre ellos se da el siguiente diálogo:

-¿Vos no tenés otra cosa mejor que pasear conmigo?- Dice Don Acuña

-Si le molesta me voy Acuña, -dice el pibe, ofendido.

-No te enojes pibe, que la pasamos bien nosotros, una vez por semana, me gusta juntarme con vos, aclara –Don Acuña.

-¿No percibe nada particular en el ambiente Don Acuña? -Pregunta el pibe.

-Don Acuña contesta: -claro Pibe, estamos paseando por el centro de Adrogué a las siete de la tarde, es como pasear por cualquier centro comercial de la costa atlántica a las siete de la tarde, lo único que falta es la gente en malla, llena de arena y el mar, por supuesto, pero si mirás para la estación de trenes, ves oleadas de personas que vienen de laburar, que no están paseando como nosotros.

-Es eso Pibe, ambiente de costa.

-Es cierto Don Acuña,- retoma el Pibe, ¿quiere que le cuente otra de Milton?

-Tiene mil vidas ese muchacho,- dice Acuña, -dale, contá.

El Pibe arranca: -Milton venía una vez por semana a Adrogué, a tres cuadras del centro, de la estación para ver a su terapeuta, hacia terapia psicológica con una  muchacha de una Fundación. Una vez por semana, durante tres años, iba bien, después de eso se tomaba un café en la esquina y después se iba a la casa. Un día caminó y encontró un barcito en frente de una de estas plazas, me olvido el nombre de todas, y encontró un grupo de gente leyendo bajito, se acercó, lo invitaron a sentarse, allí conoció personas que se juntaban a leer literatura y a escribir, un taller literario en un bar de acá,  de Adrogué.

Rápidamente Milton se hizo de amigos allí y participaba vivamente, entre ellos, una muchacha, Beatriz, lo encandiló con su presencia. Milton apuró el encuentro a solas entre ambos. Al poquito tiempo comenzaron a intimar y los viernes, antes de la terapia paseaban juntos por estas calles de céntricas, ella lo esperaba a que saliera de su sesión en alguno de los barcitos de por aquí y luego juntos se iban al taller literario.

-Después volvían a recorrer Adrogué, ese aire de costa, y encontraban otro barcito en donde había música en vivo, generalmente música brasileña, bossa nova, para estar un rato más juntos.

-El verano se terminaba y la dulce rutina de Milton y Beatriz empezó a marchitarse como una flor expuesta durante mucho tiempo al sol. Beatriz se fue de vacaciones a la costa de verdad, no a las dulces y embotelladas calles de  Adrogué, Milton la esperó todos los viernes durante un mes en una barcito de esa misma ciudad,  hasta que llegó el otoño, momento de verla caminar del brazo con otro muchacho, no había Facebook para enterarse, se adelantó, la miro a los ojos y Milton le dijo: “Gracias Beatriz por estas hermosas vacaciones en el mar de Adrogué, que seas feliz, compañera”. Se dio vuelta y se fue

.Al taller literario no volvió más y con su terapeuta se peleó unos meses más tarde.

Por Pablo Pallás

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