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Opinión: El aborto legal es un derecho humano, no un expediente

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Por Mariana Correa (*) Desde 1922, el Código Penal Argentino establece algunas excepciones para casos de abortos no punibles, de modo que podría pensarse como apenas un protocolo que sabemos que en general no se cumple. Esta norma no habla de salud pública ni contempla contextos de vulnerabilidad de manera integral, sino que funciona según lo ordena el juez de turno, a veces muy tarde. Aquí no se trata, entonces, de derechos humanos ni de garantías, sino de culpa o, en el mejor de los casos, de piedad.

 

Quienes podemos gestar no queremos piedad, reclamamos que el Estado brinde los recursos necesarios para que nadie nos abra expedientes por las decisiones que tomamos sobre nuestros cuerpos. Esta lucha que nosotras damos todos los días desde hace más de un siglo es para que no exista quien se apropie de un acto privado tan único como desear, gozar y, si lo planificamos, maternar.

 

Por eso, a pesar de las dificultades que como sociedad atravesamos a causa de la pandemia, despedimos el 2020 con la posibilidad de que la consigna de la marea verde sea un sueño cumplido. El jueves pasado, cuando la Cámara de Diputados de la Nación le dio media sanción a la legalización del aborto seguro y gratuito, fue sin dudas un momento histórico. En la calle, llantos, carcajadas, gritos, saltos, cantitos, abrazos, pañuelos, caras amanecidas, puños en alto, dedos en V, fueron otra vez la imagen del aguante ancestral.

 

De la mano de este proyecto, celebramos que la Cámara Baja le haya dado también media sanción al Plan de los Mil Días, presentado por el gobierno nacional para las que deciden continuar con sus embarazos pero necesitan que el Estado intervenga y garantice el desarrollo físico y emocional de sus hijes hasta los tres años de vida. Por supuesto, esta iniciativa es una muestra de empatía y restitución de derechos.

 

En contrapartida, resuenan los discursos de odio que empiezan en las altas esferas del poder y se reproducen en los medios de comunicación hegemónicos, los referentes políticos reaccionarios y el ciudadano común que en nombre de la moral acusa a las mujeres por abrir las piernas, embarazarse por un plan y llenarse de críos, casi por obra del espíritu santo.

 

Son los que rezan avemarías y padrenuestros caminando de rodillas y cargando muñecos de goma mutilados; los que exigen que el dolor se transforme en instinto; los que aseguran que las niñas también pueden ser madres; los que acarician vientres ajenos con el pañuelo celeste pero ignoran a las madres que piden ayuda para darles de comer a sus criaturas. Son los que no entienden que la discusión ya no es aborto sí o aborto no, sino aborto clandestino o aborto seguro para no morir.

 

El Senado tiene ahora en sus manos la responsabilidad de darle la sanción definitiva a la interrupción voluntaria del embarazo y de honrar a las valientes precursoras del feminismo que encendieron la chispa y dejaron sus vidas en la hoguera del patriarcado. Y si no es ahora, entonces seguiremos siendo las insoportables, las inquietas, las desobedientes, las que no claudicamos banderas, las que marcamos agenda, las que nos organizamos en una línea de tiempo indefinida para defender este deseo urgente que nos une: dejar de ser víctimas de la violencia machista desde cualquier ámbito institucional. Vivas nos queremos. Será ley.

 

(*) Periodista integrante del equipo de comunicación de Unidos y Organizados Lomas de Zamora.


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