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Opinión: El problema de poner siempre la mirada en la víctima

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Anahi Benitez 1920 2«Seguro se fue con el novio». Y ahí empieza la búsqueda, o no. En casi el 100 por ciento de los casos en que mujeres adolescentes se ausentan de su hogar de manera imprevista, tanto la policía como los medios, tienden a repasar en las primeras 24 horas – si no se produce un final que desde el movimiento de mujeres se busca frenar con políticas de Estado que funcionen adecuadamente – la vida privada y sentimental de la misma, y de ser posible a ella se le carga la culpa o responsabilidad de no estar en el hogar. En el caso Anahí Benítez, su familia la buscó desde el minuto uno, y tuvo la suerte de que la denuncia se la tomaran en el momento, sin tener que esperar unas supuestas 24 horas para declararla, por fin, desaparecida.

 

El problema de muchos medios de comunicación, de las frases de la fiscal de la causa en medio de la investigación y de los profesionales – si se los puede llamar así – que se sentaron durante casi una semana a hablar sobre una joven de Banfield que había desaparecido, fue que la mirada siempre estuvo puesta en la víctima, en la culpa que se intenta poner sobre la misma por su desaparición/posterior muerte, y no sobre las verdaderas causas que llevaron al final que hoy lamentan sus amigos y familiares. Nunca el Estado, la policía o el machismo es el culpable. Siempre la víctima.

Y ahí empieza la revuelta. Primero, el novio. Su compañero de curso, al que conocía hace tres años y con el que salía hace dos meses. Como tenía coartada, queda descartado.

Segundo, una relación prohibida. Una relación que la familia no aprobaba. «Se fue con una chica» vacilaba una vecina las primeras horas de (no) búsqueda. La idea surgió de ver a dos jóvenes subir a un remis. A partir de ahí, todos especulamos con la elección sexual de una joven, como si correspondiera hacerlo. Y como si eso realmente tendría que importarnos a la hora de encontrarla. Su hermano se encargó de desmentir algo que ni siquiera debería aclararse. Eran dos amigas de Anahí que se habían ido de su casa el mediodía anterior a su desaparición. Pero en el medio, mil especulaciones y opiniones acerca de una supuesta orientación sexual de Anahí, que invitaba a revolver, una vez más, la vida privada de una joven.

Tercero, estaba deprimida. Comienza el rumor de que una joven de 16 años habría consumido antidepresivos en algún momento de su vida, vaya uno a saber el motivo (raro que no se haya filtrado). Capaz se mató. Capaz se cansó de su familia. Capaz. ¿Vemos algún impedimento para que Anahí no haya sido buscada por algún posible pasado depresivo? No. ¿Se la buscó? Tampoco. ¿Se tocó el tema en los medios? Obviamente.

Cuarto, una piba obsesionada, y acá comienza tal vez la peor excusa que los medios, amparados por un textual de la fiscal de la causa, de por qué Anahí no aparecía. Supuestamente, estaba obsesionada con un profesor de su escuela. Tenía fotos y anotaciones en un diario, cosa rara que no se haya filtrado alguna que otra página en los medios. ¿Otro motivo para ser cautivada y asesinada? Para la justicia y los medios, sí.

Quinto. La zona donde Anahí fue a caminar no era adecuada para ir a caminar sola, indicó segura la fiscal de la causa. Era peligrosa. ¿La zona es peligrosa, la mató la Reserva Santa Catalina o el Parque de Lomas? ¿O el peligro está en la sociedad machista, desde quien mantiene cautiva a una adolescente para luego asesinarla, hasta la policía y la justicia que avanzan por caminos sinuosos a medida que surge nueva información, sin brújula?

Pero finalmente, su muerte no fue por su novio, por lesbiana, por depresiva o por culpa de un amor «obsesivo». Nadie sabe qué causó su muerte, ni mucho menos por qué quienes dicen protegernos no la buscaron en las inmediaciones de su hogar, teniendo indicios de dónde podría estar.

Nadie sabe por qué hubo dos detenidos una vez que Anahí, como tantas otras, apareció muerta. Nadie sabe nada. Sólo sabemos que Anahí ya no está. Y ahora, que ya no está, no es más la joven obsesionada, loca o fugitiva. Es aquella que amaba el arte, que era abanderada, que participaba del centro de estudiantes de su escuela. Es aquella que sus amigos y compañeros del ENSAM esperaban desde el 29 de agosto que regresara a su hogar, al aula y a los recreos, la misma que van a recordar para siempre. 


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